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Todos los derechos para todas las familias

Por Antonio Medina Trejo *

El amor homosexual no es una invención de la modernidad, como han dicho grupos conservadores que quieren imponer la heterosexualidad como una norma. El amor diverso no es anormal como vociferan algunos religiosos desde sus púlpitos con dedo flamígero. El amor es uno sin importar la orientación sexual ni la expresión de género de quienes se aman.

El amor entre hombres o entre mujeres se ha documentado desde tiempos inmemoriales en las diferentes culturas. Las diversas expresiones de la sexualidad humana que hoy tendemos a ponerle una etiqueta, siempre han existido, aunque es lamentable decir que los guardianes de “la moral y las buenas costumbres” han reprimido la diversidad amorosa y se han obsesionado con imponer la norma heterosexual, violando los derechos de las personas disidentes sexuales al amor y a construir proyectos de vida conjuntos.

Pero no siempre el amor lésbico u homosexual ha sido mal visto por las sociedades. De hecho, en diferentes momentos de la humanidad se han respetado las relaciones amorosas diferentes a las heterosexuales. De ahí que pensar que el amor romántico sólo puede ser entre un hombre y una mujer, es limitar la posibilidad expresiva y amorosa de nuestra especie.

En ese sentido, es importante entender el amor entre personas, no con base en los roles de género binarios impuestos por la cultura heteronormativa, sino a partir de los sublimes sentimientos que emergen de las personas. Es decir, entender que “el amor no tiene sexo”, como rezaba una consigna del activismo lésbico-gay de los 70`s, que expresaba en su justa dimensión el sublime sentimiento de amar y ser amado.
Ante esta posibilidad, es importante decir que el amor es un derecho humano, y como tal, éste debe ser respetado en todas sus expresiones que se den entre personas que se amen.

Limitar el amor no sólo es una injusticia que trastoca el desarrollo afectivo, psicológico y social de las personas afectando su vida diaria, sino además impacta a nivel colectivo, incluso, forzando a las y los diversos a entrar en arreglos familiares o matrimoniales heterosexuales que impactan negativamente en la vida de otros u otras.

En ésta lógica, el derecho a elegir a quien amar y con quien formar un proyecto de vida, conformar un nuevo núcleo familiar, con hijos o hijas, biológicos, adoptados o concebidos mediante técnicas modernas de reproducción asistida, no debe tomarse a la ligera, pues el amor es un derecho humano fundamental, ligado a las libertades de las personas y su derecho a decidir.

El México del siglo XXI no necesita volver a tiempos oscuros del control de los cuerpos y los placeres, el de las buenas costumbres morales y pésimas prácticas represivas encubiertas de una doble moral.

El México que queremos construir debe estar fundado en el respeto de las libertades de las personas a amar a quien quieran amar, a construir familia con quienes lo deseen. El México actual, democrático y libre, debe garantizar todos los derechos para todas las familias y para todas las personas que quieran amar, sin importar orientaciones sexuales: el amor en un derecho humano al que todos y todas tenemos que tener acceso.

El Estado, alejado de los dogmas religiosos, debe garantizar el derecho de las personas a vivir libres de discriminación por su orientación sexual y entablar sus relaciones de parentesco con quienes quieran, sean heterosexuales u homosexuales. En un Estado democrático y laico, se deben garantizar todos los derechos para todas las personas y todas las familias.

* Secretario Nacional de Diversidad Sexual del PRD: @senadisexprd / @antoniomedina41

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