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SOBRE LOS GAYS NEGACIONISTAS

Por Luis Manuel Arellano

La mayoría de los gays que tienen sexo sin condón se justifican argumentando que no “se siente igual” sostener una penetración con látex que a “pelo”. Otros dicen que viven en pareja y confían plenamente en “la salud” o en la “fidelidad” de su compañero y los hay también quienes aseguran que a ellos las infecciones de transmisión sexual les tiene sin cuidado o que -de plano- nunca se contagiarán.

Los anteriores señalamientos constituyen un indicador de que, en México, la población más afectada por el VIH/Sida no ha desarrollado percepción de riesgo. Han pasado 30 años, han fallecido más de 120 mil gays en el país; otros 150 mil viven con la infección; prácticamente no existe un gay que desconozca el estado serológico de otro gay y, por si fuera poco, la proporción de gays con diagnóstico de VIH representa a nivel nacional el 16.9% mientras que la prevalencia en la zona metropolitana del Distrito Federal es de 20.4%. ¿Esto qué significa? Que el grado de exposición a la epidemia es muy elevado.

De acuerdo al reporte de la Encuesta de sero-prevalencia en sitios de encuentro de hombres que tienen sexo con hombres, realizada en el 2011 por el Instituto Nacional de Salud Pública en 24 ciudades del país, solo el 5.6% de los encuestados estima que podría haber adquirido la infección; el 74.7 no lo cree y el 19.7 no lo sabe. La mayoría, sin embargo, sigue arriesgando su salud al no usar condón de manera sistemática y permanente.

Que esta actitud se traduce en nuevos casos es un hecho y ha sido puntualmente recogida por la Clínica Especializada Condesa en la capital del país, donde en promedio se realizan 15 detecciones de VIH al día, y casi todas corresponden a hombres gays.

Esta ausencia en la percepción de riesgo puede explicarse por varias razones de tipo cultural, principalmente. La más importante es la educación machista que el mexicano tiene, independientemente de su identidad o práctica sexual, por la cual construye un aura de falsa seguridad no solo frente a su salud sino ante la violencia, la velocidad y las drogas, entre otros ámbitos. En una ocasión el escritor Carlos Monsiváis ilustraba esa falta de conciencia en los siguientes términos: los mexicanos sabemos que puede pasar algo pero nunca creemos que nos pasará a nosotros.

Si la epidemia del VIH/Sida fuera generalizada, debe tenerse la certeza de que la prevalencia en hombres heterosexuales sería similar a la que ahora enfrentan los gays.

Recapitulando lo aquí expuesto, se puede señalar que si el VIH sigue transmitiéndose en las relaciones homosexuales ello se debe a: 1) la alta exposición a la infección; 2) porque persiste el coito sin condón; y 3) por esa creencia torpe y anacrónica de que no se va a adquirir el VIH.

Como muchas otras infecciones que se transforman en enfermedades, el VIH invisible al principio concluye su ciclo de expansión con una impresionante visibilidad clínica; es decir, que se le puede ocultar o negar al inicio pero que transcurrido un tiempo será más que evidente la infección con el agregado de que para entonces se habrá ingresado a la etapa de Sida y sin duda será mortal.

Esta resistencia a cuidar la propia salud, documentada de muchas formas en la población más afectada por el VIH/Sida, explica en gran parte el fracaso de las campañas preventivas, de las estrategias de cambio de comportamiento y de otras intervenciones gubernamentales y también de organizaciones sociales que buscan mecanismos innovadores para enfrentar lo injustificable: que siendo el VIH una infección prevenible los casos siguen acumulándose justamente en la población a donde más dinero, recursos y atención se ha destinado.

El ensayista Michael P. Lynch ha advertido que la “elección conceptual”, en este caso no reconocer la gravedad de la epidemia por parte de muchos gays, donde se han encontrado altos niveles de educación e información, lo único que hace es que “determina de raíz lo que creemos” pero “no si nuestras creencias son verdaderas”.

Por lo visto muchos, miles de gays en México, aunque también en otros países, han construido una enorme mentira y se la creen: que basta con negar la realidad para neutralizarla. Y luego vienen las preguntas de por qué el gobierno no hace nada para controlar y vencer esta epidemia.

* Publicado por el periodista Luis Manuel Arellano en la página su Pensar el Sida. Se retoma para este espacio con la venia del autor.

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