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REALIDADES LGBT QUE NO SE VEN NI SE ESCUCHAN (2/2)

Segunda y última parte

Por Antonio Medina Trejo

En primera instancia, es preciso reconocer que la no discriminación por preferencias sexuales, el matrimonio igualitario, el reconocimiento de las identidades de género, la tipificación contra crímenes de odio por homofobia y otros logros legislativos o de políticas públicas, son avances fundamentales de la lucha del movimiento de la diversidad sexual por acceder a derechos.

Éstos y otros temas han sido como un gran paraguas que han permitido avanzar en el reconocimiento de derechos hacia este sector.

No obstante, es importante decir que los logros culturales no necesariamente van a la par de los avances legislativos o de políticas públicas, pues al no asimilarse en las prácticas culturales, la discriminación continúa en los grupos más vulnerables, en este caso, en las infancias LGBT, personas trans sin preparación y marginales, jóvenes y adultos en situación de indigencia, la vejez LGBT, personas privadas de su libertad, migrantes de la diversidad sexual, o personas mayores que no asumen su orientación sexual y la encubren con relaciones heterosexuales donde viven subyugados al heterosexismo homofóbico.

Se requiere, sin duda, que los avances que se han materializado particularmente en la Ciudad de México en el periodo 1997-2018, y en algunos estados del país, se expandan a todo el territorio nacional e incluyan a sectores excluidos dentro de la misma diversidad sexual, que siguen siendo vulnerabilizados por políticas públicas excluyentes y por una cultura discriminatoria que influye en las instituciones de educación, de salud, de justicia y muchos ámbitos de convivencia social y en las mismas familias.

Lejos de los reflectores y los micrófonos donde se desenvuelven muy bien los y las activistas mainstream, que aparecen con funcionarios públicos, legisladores, en embajadas, con donantes de grandes fundaciones internacionales, o en programas de televisión; en las casas y en escuelas, en los trabajos, las iglesias, los espacios deportivos, en las prisiones, en el transporte público o en la calle, la violencia LGBTfóbica sigue causando daños físicos y emocionales que marcan existencias y determinan vidas.

La violencia familiar en contra de menores de edad por no responder a la norma heterosexual sigue expulsándoles a las calles de las grandes ciudades para sumarse a las parvadas de indigentes que deambulan por parques públicos y zonas marginales donde se exponen a los peligros del crimen organizado y muchas veces a redes de trata, además de ser particularmente vulnerables a inhalar químicos o hacerse adictos al alcohol y las drogas.

En temas laborales no ser heterosexual sigue afectando a quienes son gays, lesbianas, bisexuales y trans sin importar el estatus laboral o de preparación profesional, por lo que muchas veces se mimetizan en el mundo heterosexual ocultando su orientación sexual por temor a perder su trabajo y sufrir la discriminación. Esa doble vida les hace vulnerables en su salud sexual y emocional.

En el ámbito de la educación, el acoso en todos los niveles educativos no se ha mitigado a pesar de esfuerzos por erradicar el flagelo de la discriminación y violencia homofóbica. La educación pública ha estado blindada a la apertura en temas de diversidad sexual y actualmente hay amenazas reales de radicalizar el conservadurismo con la propuesta de Pin Parentalque promueven legisladores del Partido Encuentro Social con el apoyo de morena y el presidente de la República, en donde se rechaza la educación sexual con una perspectiva humanista y científica.

En el caso de personas en situación de reclusión existe una realidad no contada, oscura y terriblemente violenta que vulnera derechos de hombres gays, mujeres lesbianas y personas trans que viven situaciones de sometimiento a reglas no escritas que les causan daños físicos y en su dignidad.

Uno de los avances que ha detonado la lucha de le diversidad sexual es la proliferación de discotecas, bares y restaurantes, que lejos de ser lugares libres de discriminación (con honrosas excepciones), muchas veces refuerzan prácticas segregacionistas y de clase que profundizan las diferencias aún dentro del mismo sector de la diversidad sexual. De hecho, se ha relajado la prevención del delito y las campañas para mitigar el impacto del VIH e ITS en esos espacios, como sucedía a finales de los años 90 y en la primer década del presente siglo.

Ante esas realidades no vistas, donde están LGBT marginales y a donde no se han materializado las leyes y las políticas públicas, y donde está el activismo mainstream brilla por su ausencia, es preciso retomar la lucha por la igualdad y los derechos con acciones comunitarias (como sucedía a inicios del movimiento) con trabajo territorial donde con organizaciones de base comunitaria que realmente apoyen (entre iguales) a las personas.

El actual gobierno se ha negado a valorar los aportes de los diversos movimientos sociales. Está asfixiando a las asociaciones civiles negándoles recursos públicos para su funcionamiento. Para controlar la protesta social, ha cooptado a algunos líderes y la agenda de la diversidad sexual sólo se menciona demagógicamente de vez en cuando, pero no es prioridad para el presidente como sí lo es la agenda conservadora con iglesias y grupos anti derechos que boicotean propuestas legislativas y de políticas públicas en favor de los derechos de LGBT y de las mujeres.

En este contexto el movimiento de la diversidad sexual requiere capitalizar la experiencia del pasado y retomar experiencias exitosas, que permitan llegar a todas las poblaciones de esta variopinta comunidad y hacer sinergias para erradicar la injusticia, la exclusión, la violación de derechos y la violencia simbólica o física hacia todas las personas de la diversidad sexual.

Sí se requiere de las instituciones, pero un primer paso es volver a los orígenes de la lucha social: cercana, territorial, humana. Retomar las riendas del movimiento de manera autónoma permitirá tener la autoridad moral y ética de obligar al actual gobierno a respetar el andamiaje jurídico y de políticas públicas que se han lograron construir en los últimos 25 años. Con ello seguro podremos avanzar en la lógica de la progresividad de derechos, además de contribuir al gran cambio cultural y de igualdad que se resiste a llegar.

@antoniomedina41

* Texto publicado el 4 de febrero, 2020 en Big Bang México.

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