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Pin Parental: la mala educación de la 4T

Por Antonio Medina Trejo

¿Por qué el Partido Encuentro Social (PES) está tan interesado en la educación pública, principalmente en los primos años de vida escolar de infantes? ¿Por qué morena le está dando juego a propuestas conservadoras del PES y no está legislando o proponiendo políticas públicas liberales en la lógica de la progresividad de derechos? ¿Será que Morena, el presidente y su primer círculo comparten el conservadurismo de sus aliados del PES? ¿Y dónde están las aguerridas feministas y activistas LGBT de morena defendiendo la educación sexual incluyente, con perspectiva de género y de diversidad sexual? ¿Y los gremios sexológicos y académicos qué les está sucediendo que no alzan la voz como antaño?

Estos cuestionamientos surgen por varios sucesos que se han dado desde inicios del año pasado cuando organizaciones civiles de corte religioso allegadas al PES emprendieron estrategias de acoso en los congresos de los estado y en los gobiernos en donde exigen que se retiren propuestas de ley libertarias y exigen se incluyan temas educativos que refuercen valores morales desde la visión religiosa y se permita que los padres de familia den su venia para que sus hijos e hijas reciban o no educación sexual.

Este tema se agudiza cada día más al ver al presidente de la República conceder espacios de decisión política a sus aliados cristianos y evangélicos que promueven en algunos congresos el Pin Parental, un proyecto que se ha puesto en marcha España a propuesta del partido ultraconservador Vox, el cual pretende “evitar el adoctrinamiento de niños con la ideología de género” (sic) y da a los padres de familia el poder para que las escuelas no impartan educación sexual con perspectiva de género y que no se les hable de los avances legales a favor de las parejas del mismo sexo.

Esta estrategia de la ultraderecha internacional la está proponiendo el PES para que la asuma el gobierno del presidente López Obrador. Querétaro y Nuevo León ya la tienen enlistada en el poder legislativo, y no ha tenido hasta el momento ninguna resistencia por parte del gobierno actual, que a pesar de tener en su gabinete a destacadas feministas y a -no tan destacados- activistas de la diversidad sexual -que lograron colarse en este río revuelto del nuevo sexenio-, y que se supondría están ahí por el compromiso del gobierno con estos temas; pues no es así, al contrario, feministas y LGBT son invisibles, grises, han tirado la toalla y están en su espacio de confort; no se les toma en cuenta en decisiones trascendentales y se han alineado a la visión conservadora del presidente y sus aliados políticos.

De hecho, es penoso ver cómo se les da mayor importancia y poder a los recomendados de las iglesias que están diseminados en todas las instituciones públicas, principalmente aquellas que tienen que ver con la educación, la cultura, la salud, la justicia y en el poder legislativo, donde están incidiendo con sus propuestas conservadoras que contradicen la visión de izquierda que se suponía enarbolaría morena.

Esta estrategia del PES significa un gran retroceso en logros que se han materializado poco a poco desde hace tres décadas en México con propuestas desde sociedad civil, que fueron cabildeadas y trabajadas arduamente con bancadas legislativas y gobiernos, particularmente del PRD, y que permitieron avanzar en temas de equidad de género, salud sexual y reproductiva, VIH/sida, diversidad sexual, identidades de género, entre muchos otros temas.

Desde principios de los años 90 el activismo feminista y de diversidad sexual (y de VIH/sida) lograron permear en instituciones públicas para incluir desde la educación una formación cívica y ética sobre la sexualidad humana. Muchos son los ejemplos de los avances, aún en los gobiernos panistas, en los cuales el activismo liberal estuvo presente y unido, combativo y siempre propositivo.

En los momentos en que los grupos de derecha y extrema derecha quisieron revertir los avances con el PAN y el PRI de aliados, siempre valerosas feministas y los gremios sexológicos, académicos y aguerridos líderes LGBT y de lucha contra el VIH/sida, emprendiendo acciones a todos los niveles y desde diferentes flancos. Educaron a los medios de comunicación que con el pasar de los años se convirtieron en aliados. Muchos historias de estas experiencias se puede consultar en la hemerografía de las últimas tres décadas. Se logró que estos temas fueran parte de la agenda política nacional, y que este gobierno está abandonando.

Desde inicios del actual sexenio algo ha sucedido con ese sector contestatario que luchó por la educación sexual con perspectiva de género y de diversidad sexual. Están silentes, ausentes de la discusión pública; no se les ve cabildeando, y las pocas veces que han logrado reunirse con funcionarios o legisladores de morena, se las ha pedido bajo perfil, que sus reuniones sean secretas, que no se hagan públicos sus encuentros y que no se difundan los compromisos a los cuales han llegado.

Esta petición, que me han comentado tanto activistas de diversidad sexual, feministas y un par de académicos, es, cuando menos, indignante, y devela la falta de respeto del gobierno actual a la lucha feminista y de la diversidad sexual que han sido determinantes en la construcción de ciudadanía y derechos a favor de las mujeres, de quienes no son heterosexuales y quienes viven con VIH/sida.

Sería deseable ver la indignación del activismo actual ante esta loca idea del PES, que viola el derecho al bien superior de niños y niñas a recibir una educación científica, laica y apegada a la razón, que se fundamenta a los avances legales en temas de salud sexual y reproductiva en México en los últimos sexenios, a pesar –insisto- del conservadurismo que prevaleció en ellos.

Con el proyecto Pin Parental del PES y morena en Querétaro y Nuevo León, donde ya se presentó, se están fincando las bases para materializar el gran anhelo de los grupos ultraconservadores de influir en los contenidos educativos, eliminando los avances objetivos sobre la sexualidad y para dar paso a sus preceptos religiosos sobre la misma materia, que van en contra de los derechos de las mujeres a decidir por sus propios cuerpos y de la diversidad sexual a tener el derecho al matrimonio igualitario, entre otros temas.

Los compromisos electorales del presidente de México con grupos cristianos y evangélicos, están llevando al país a tiempos inquisitoriales. Derrumba López Obrador avances libertarios propios de un país laico y desprecia los esfuerzos de sectores liberales por construir un país incluyente y diverso que respete los derechos de todos sus ciudadanos y ciudadanas en un contexto de pluralidad y democracia.

@antoniomedina41

Texto publicado originalmente en Big Bang México el 11 de febrero, 2020.

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