Entrevista con la actriz Diana Bracho
Por Antonio Medina Trejo *
Luego de permanecer por más de tres décadas en los escenarios teatrales, haber hecho cine antes y después del nuevo cine mexicano y en una veintena de telenovelas desde inicios de los años setenta, la actriz Diana Bracho considera que su labor como artista no pretende educar a la sociedad. No obstante, explica, “a través del trabajo histriónico uno puede aportar un granito de arena para que las personas reflexionen sobre temáticas consideradas tabú y que eliminen, en la medida de lo posible, aquellos prejuicios que se tienen en torno a temas complejos de sexualidad, como el aborto, la homosexualidad o conductas negativas como el machismo y la sumisión que de él deriva”.
En la particular atmósfera que encierran el centro de Coyoacán, la siempre jovial y madura Diana Bracho abrió las puertas de su casa ubicada en una de las calles adoquinadas del colonial barrio para compartir con los lectores y lectoras de Desnudarse sus opiniones en torno a diversos temas relacionados con la sexualidad, la política, el arte, además de compartirnos algunas experiencias de su vida a lado de su padre, el cineasta Julio Bracho, de quien la actriz heredó su filosofía de la vida y el amor por la cultura y el arte y sobre todo que la verdadera moralidad es absolutamente responsable.
¿Cuál es su postura en torno al aborto?
Siento que el aborto es un tema muy amplio y muy complejo. De entrada, considero que es un acto muy violento sobre el propio cuerpo de la mujer, no nada más sobre el producto. En este sentido, lo que yo percibo es que quienes pugnan porque se normen leyes en torno al aborto, no están abogando por el aborto como control de la natalidad o un método anticonceptivo. Nadie en su sano juicio piensa: el aborto ¡que padre!
¿Crees que es un derecho que se deba legislar de manera amplia?
Yo creo la mujer tiene absoluto derecho, como ser responsable, a decidir cuándo puede tener a ese bebe y cuando no. Pero lo más importante es que esa decisión la tome de manera informada, para ello se necesita educación sexual, pues en una sociedad donde hay educación sexual y la mujer sabe cuidarse del embarazo con todos los métodos anticonceptivos que existen, es difícil que se den estos casos y si a pesar de ello se dan, la mujer tiene todo el derecho de abortar, yo defendería eso.
Representantes de la Iglesia Católica consideran como alternativa para evitar los embarazos, la abstinencia sexual o el ritmo…
La iglesia sigue prohibiendo muchas cosas, entre ellas el aborto, que en algunos estados se ha avanzada mucho sobre los controles de natalidad – lo considero sensato- . Pero qué sucedería si la gente se guiara por lo que dicen los curas, ¿acaso las mujeres van a tener los 20 hijos que Dios les mande? eso me parece mucho más cruel que tener una ley racional y bien estudiada..
Estaríamos hablando del derecho a la libertad sexual
Hablamos de que la represión en cualquier sentido es grave para cualquier sociedad y si estamos tratando de tener una sociedad democrática, la libertad de elección de las personas es el avance de la libertad de expresión sexual, también esa es la base del individuo, entonces nadie tiene derecho de atropellar esa libertad.
Diana, ¿considera usted que el trabajo artístico debe tener un mensaje social o debe ser estrictamente didáctico?
Esa es una pregunta que nos hacemos muchas de las personas que nos dedicamos a las labores encaminadas al arte: ¿qué impacto puede tener mi trabajo en la sociedad? o ¿qué debo hacer en relación con mi trabajo para enseñarle a la sociedad? ¿Debo dedicarme a las causas sociales a través de mi trabajo o dedicarme nada más a mi trabajo y olvidarme de las causas sociales?, Mi trabajo es primordialmente de recreación de la realidad, y lo que más me interesa es la imaginación; el juego creativo y lo que uno hace con esa realidad que esta en un libreto o un guión.. Lo que sí te puedo decir es que no hago nada que yo sienta que me falte al respeto a mi misma, porque de esa manera yo siento que respeto al público. No haría ni un trabajo donde se faltara al respeto a una minoría sexual, racial o de género; he hecho mujeres abnegadas, pero siempre he procurado que esos personajes tengan una redención, una esperanza, un camino, nunca burlándome de la mujer abnegada o del dolor de una mujer que sufre.
¿Cuando le dan a interpretar algún personaje qué es lo primero que le impacta?
En la vida yo no hago juicios morales sobre los demás, mucho menos sobre mis personajes. Tengo que amar a mis personajes, asi representen cierto tipo de maldad o estén fuera de los cánones; por eso para mi la responsabilidad está con el personaje mismo y representarlo con veracidad. Como actriz lo que más me interesa es la experiencia humana y poder crear a través de los personajes que me encomiendan interpretar.
Considera usted que los y las artistas que interpretan personajes estigmatizados como indígenas, trabajadoras sexuales, homosexuales o lesbianas, los reivindica por el hecho de interpretarlos de una manera digna?
Yo soy muy realista y nada pretenciosa en ese sentido. No creo que pueda cambiar al mundo, creo que en lo que puedo incidir es en el pequeño mundo que me rodea creando cierta conciencia, pero sin ninguna pretensión. Pienso que hay atavismos ya muy difíciles de modificar, pero sí es un granito de arena el que los artistas aportamos al impactar un público que nos respeta y admira.
¿Usted es católica?
Soy muy respetuosa de la religión porque pienso que es un derecho del ser humano, la búsqueda de lo absoluto, la búsqueda de cierta seguridad moral de parámetros morales y todo esto. Entonces, respeto a la iglesia aunque no practico la religión. Sin embargo, tengo una opinión; por desgracia la Iglesia Católica ha quedado rezagada ideológicamente. El pleito de la iglesia con el control de la natalidad, por ejemplo, es absolutamente retrógrada. Creo que la iglesia tiene derecho de expresarse con libertad pero no de infringir los derechos de las personas que no estén dentro de sus cauces. Me parece que hay un límite y que la iglesia no tiene ningún derecho de juzgar o de condenar a una persona por su preferencia sexual o por decidir sobre su propio cuerpo, háblese de una mujer que no está en condiciones de tener un hijo ya que representa una decisión absolutamente íntima y personal; háblese de un homosexual que quiere ser libre en su expresión sexual porque además en esa libertad también está la salud social, no hay nada peor que una sociedad reprimida en cualquier sentido.
Ha mencionado usted varias veces sobre el derecho que tiene el ser humano sobre su propio cuerpo…
Eso es muy amplio porque abarca temas muy delicados, como la eutanasia, el derecho del control de la natalidad, el derecho de los seres humanos a gozar de su sexualidad, independientemente de su preferencia sexual: abarca toda la vida del ser humano.
Luego de escucharla hablarme con tal sapiensa se me ocurre preguntarle ¿Le interesa la política?
No para nada; por algo no soy política, porque veo la magnitud del problema y veo que no se resuelve a corto plazo. La ignorancia es el lastre más terrible del ser humano, es lo que mantiene a los dictadores en el poder, es lo que hace que la gente se muera de sida y lo que hace que no crezca uno como país. Y acabar con ésta (la ignorancia) es como acabar con la peste, es sumamente difícil. Solo hay que recordar que en nuestro país hay una tradición de ignorancia desde la Colonia que nos persigue hasta nuestros días. Los gobiernos mantienen al pueblo sometido a través de la ignorancia, del oscurantismo, del miedo al castigo, de todas estas cosas que son las que alimentan la ignorancia; entonces es terriblemente difícil.
¿Cuál ha sido su aporte en torno a la prevención del VIH/Sida?
Hice una radionovela didáctica sobre el sida, mi personaje se llamaba Rocío. Y fue muy interesante ya que estaba dirigida a un público muy concreto: mujeres de clase media baja que habitan en toda la zona fronteriza con Estados Unidos. Este proyecto respondió al alarmante aumento de infecciones de sida en parejas heterosexuales o supuestamente heterosexuales donde muchas veces los hombres tenían desprotegidas con homosexuales o con trabajadoras sexuales contagiadas y llegaban a sus casas y contagiaban a la esposa. Pero lo sorprendente de este trabajo fue que después se hizo un estudio y ¿sabes cuál fue la tragedia? Que muchas de las mujeres que fueron entrevistadas decían: “sí, el mensaje de la radionovela nos queda muy claro”, – porque se abrió una promoción del condón básicamente – pero argumentaban “si le digo a mi marido que se ponga el condón o me pega o se va de la casa”
O les cuestionan ¿qué andas haciendo?
Sí, el cuestionamiento es lo primero que estas mujeres sufrían, ¿con quién andas?, ¿Por qué tienes miedo?, ¿Crees que ando con putas o qué?, ¿Pero quién crees que soy?, ¿Crees que soy un maricón acaso? Entonces el hombre era el que ponía las trabas a pesar de que las mujeres estaban tomando conciencia, por lo que respondían “gracias por enseñarnos todo sobre el condón pero no me atrevo a – siquiera – mencionárselo a mi marido. Entonces esta situación es muy compleja, por lo que preferían no enfrentar al marido y sí arriesgar su salud.
En cuanto a la educación sexual hacia su hija ¿cómo fue ésta?
No solamente con mi hija, sino con las gentes jóvenes que tengo alrededor, siempre “condones, condones, condones, ¡cuídense!, disfruten su sexualidad, disfruten sus cuerpos, cuídenlos, que es de lo más maravilloso que nos ha dado la vida, porque también hay la tendencia de que no la única forma de evitar el embarazo o el sida es la abstinencia sexual y eso es como pelearse con una parte muy importante del ser humano. Yo insisto que en la sexualidad va implícita mucha creatividad, los sentimientos, el placer estético y lo bello y sublime que significa la conjunción de dos cuerpos, es como nutrir el alma.
Diana, cuéntenos de su relación con su padre, el cineasta Julio Bracho y de su vida a lado de él.
Mi papá fue un ser muy inteligente, un hombre muy enamorado, tuvo cinco matrimonios, por lo que mi hogar fue bastante atípico para esa época en la que no era normal que un señor se quedara con los hijos cuando había una separación; para empezar, el divorcio era un escándalo. Julio Bracho era una persona que no entraba dentro de los cánones morales, pero sin embargo para mí era un ser humano muy rico, muy respetuoso. De él aprendí que la verdadera moralidad es absolutamente responsable, de esa manera yo crecí. Yo tuve un tío bailarín que era gay al que adoré y nunca tuve problema o algún cuestionamiento sobre su sexualidad. Entonces, en mi casa siempre hubo personas de todas las preferencias sexuales que reflejaban una pluralidad absoluta, de todo: racial, sexual, profesional. Nunca escuché un comentario racista, al contrario, mi papá fue un gran admirador de la belleza en donde quiera que estuviera; en hombres, en mujeres, en razas. Él me enseñó que la libertad siempre debe ir de la mano al respeto.
¿Qué piensa del reto de llegar a la vejez?
Casualmente el otro día que me preguntaban – oiga señora y usted que es una mujer madura, ¿qué siente de qué ahora todo es para los jóvenes ¿no le dan ganas de ser más joven? Y mi respuesta es simplemente, no. De lo que me dan ganas es que los escritores y directores escriban papeles para mujeres de mi edad. Yo no me voy a adecuar a algo que ya no soy. No tengo porque pelearme con mi cuerpo, con mi experiencia, con mi edad, con el bagaje que traigo – que además aprecio mucho- , pelearme para dar una imagen de algo que no soy ¡por favor! No, yo soy lo que soy, y como estoy en este momento y lo que soy ahorita es el resultado de muchos años de vida, de experiencia, de goce, de dolor, de circunstancias difíciles de las que no me arrepiento y entonces no tengo porqué evadirme. Es decir, estas arrugas vienen de ahí y no me las quiero quitar. Yo conozco a una mujer grande en todo el sentido de la palabra: la Sra. Mariana West Frenk, – abuela del actual Secretario de Salud Julio Frenk – ésta señora es para mi un ideal, tiene 103 años, y es una pasita, ¡claro!, pero es uno de los cerebros más lúcidos que yo he conocido, y ya quisieran muchos jóvenes que conozco tener esa inteligencia, esa claridad, esa lucidez, su bagaje y experiencia, que además, los goza inteligentemente.
Es una mujer saludable finalmente.
La tragedia de la vejez, es tener todo adentro y no tener el instrumento, eso es lo que yo descubrí cuando hice interpreté a María Callas, la gran tragedia María Callas, ¿cuál fue?, pues, tener todo el talento, el conocimiento, la experiencia, la fama, los medios, la admiración de todo el mundo, todo; y perder el instrumento esencial en ellas que era la voz. En este sentido creo que la vejez es la pérdida de los instrumentos que nos sirven para expresar todo lo que uno ha acumulado en la vida.
Las mujeres de mi edad tenemos historias hermosisismas que contar, que tenemos muchas cosas dentro, que tenemos mucha vitalidad, somos poseedoras de una sexualidad, tenemos ilusiones, podemos ser abuelas, pero al mismo tiempo de mujeres completas y eso es a lo que yo aspiraría más que irme a estirar la cara.
* Retomando algunos trabajos míos del pasado, a propósito del “día de la mujer”, publico en mi página esta entrevista que se publicó en la revista Desnudarse en el año 2001, que dirigía la doctora Anabel Ochoa y cuyo editor era el licenciado Arturo Coste.
@antoniomedina41