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DE TERRITORIOS, CRÍTICAS Y CANIBALISMO

Por Luis Manuel Arellano *
 
¿Quién tiene la verdad en materia de VIH/Sida? ¿El científico? ¿El funcionario? ¿El académico? ¿El farmacéutico? ¿El activista? ¿El que vive con la infección? Yo estoy convencido que todos y que nadie en particular; no obstante existe desde hace muchos años una feroz lucha de descalificaciones para apuntalar “la verdad propia” entre el reducido engranaje de quienes han decidido trabajar contra la epidemia.
Sin duda la crítica es necesaria porque los errores de muchos tomadores de decisión retrasan las metas previstas y sobre todo porque han provocado la muerte directa o indirecta de miles de personas. Sin embargo, también es verdad que muchas decisiones incomprendidas han constituido formidables respuestas al VIH/Sida. Así que ingresar al ámbito del cuestionamiento sobre el proceder ajeno exige documentar con amplitud y solvencia cualquier juicio respecto a los aciertos o a los errores de los demás.
Y aunque la crítica es un ejercicio sano y muy necesario lejos está de constituir una práctica sencilla. Cuando la crítica se vierte sin fundamento, sin mesura, sin afán constructivo, al calor de las emociones, simplemente se convierte en chisme; chisme barato y pendenciero que deja entrever más amargura que madurez.
Lamentablemente no hay un sector de la lucha contra la epidemia donde el reproche e incluso la burla estén ausentes. En el ámbito de la medicina, por ejemplo, se forman escuelas respecto a cómo tratar pacientes que excluyen en automático a quienes piensan diferente, al grado que la concentración de experiencias y de recursos (muchos de ellos propiedad del Estado) se convierte en patrimonio de unos cuantos. Algo parecido sucede con los funcionarios encargados de dirigir la política contra la epidemia cuando toman decisiones enfocadas la mayoría de las veces para afectar visiones distintas a las propias. El celo entre servidores públicos también provoca conflictos, al grado de que se bloquea a los pares o se les descalifica en automático. En el sector de las farmacéuticas sucede algo igual mediante la denigración de medicamentos patentados por otros laboratorios, mientras que en el activismo se forman grupos en torno a premisas donde quedan excluidos quienes no las comulgan.
Y así, en cada ámbito de los distintos sectores con trabajo en VIH/Sida se construyen más barreras que puentes, todo lo cual afecta no solo la respuesta conjunta a la epidemia sino la salud de quienes más requieren que el conocimiento, los recursos y la vitalidad de los actores estratégicos les ofrezcan beneficios.
Esta territorialidad ha dado lugar a un singular canibalismo que provoca retrocesos diluyendo de paso la experiencia de mucha gente. Y es que de repente todos (y todas) son expertos al mismo tiempo en VIH/Sida, en incidencia política, en salud pública, sexualidad o en derechos humanos.
La falta de humildad en gran parte de quienes han realizado trabajo durante años y años en torno al VIH/Sida genera que no puedan, no sepan ni quieran soltar los cotos de influencia acumulados para dar lugar a lecturas emergentes sobre la materia o, simplemente, pasar la estafeta a nuevos actores.
Es posible que esta depredación se produzca como consecuencia de dos realidades cuando se lucha contra el VIH/Sida: 1) se obtienen recursos extraídos de agencias internacionales, farmacéuticas y presupuestos públicos, que se traducen en viajes, becas y publicaciones. Y 2), se gana cierto prestigio social. Como sea, me queda claro que el dinero y el prestigio podrían constituir un buen incentivo para destacarse al interior de dicha agenda. Lo lamentable, por ello, es que quienes persiguen esos fines lo hagan a partir de evaluar el desempeño de los demás y no el propio.
Así, mientras esta actitud o comportamiento prevalezca va a ser difícil contabilizar triunfos en materia de salud pública, sobre todo sabiendo que con los avances obtenidos durante más de 30 años de experiencia conjunta han logrado sentarse las bases para que ya nadie adquiera la infección, desarrolle Sida y mucho menos pierda la vida. Estoy convencido que las descalificaciones hacia los demás no permiten gozar esos logros.
 
* Periodista

** Texto publicado en la página Pensar el Sida y retomado con la venia del autor en www.antoniomedina.com.mx

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