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¿Cartilla moral o moralista?

En memoria de Arturo Díaz Betancourt

Por Antonio Medina Trejo *

La Cartilla Moral escrita en 1944 por filósofo mexicano Alfonso Reyes, y que reedita Andrés Manuel López Obrador 75 años después con el propósito de moralizar a la sociedad mexicana del 2019, contiene palabras y frases más tendiente a ser pronunciadas en las homilías dominicales en Catedral por el arzobispo primado de México, que desde Palacio Nacional por un hombre de Estado que gobierna un país laico, quien debiera guiarse por las leyes y hacer que se cumplan éstas bajo los preceptos de la justicia de una República laica.

La realidad es que el nuevo presidente de México es un hombre conservador, que en su fuero interno anida una profunda ideología religiosa que se refleja en sus dichos todos los días, principalmente cuando refuerza en sus discursos términos propios del lenguaje pastoral.

Su cercanía con jerarcas católicos como Norberto Rivera y la alianza con el partido ultra conservador, Encuentro Social, son dos muestras fehacientes de esa conexión. ¿Eso es malo?, preguntarán algunos; desde luego que tener una fe no es malo, lo que resulta inadmisible es que quien debe garantizar la laicidad del Estado, recurra a la fe o los preceptos religiosos para tener simpatía popular y con ello anular el significado e importancia de la separación de lo religioso con los asuntos del Estado.

Dos temas que están vinculados a su conservadurismo confirman esa postura. El primero es la exigencia de las feministas en torno al derecho a decidir de las mujeres sobre sus propios cuerpos, y el segundo tiene que ver con la unión legal entre personas del mismo sexo, ambos tópicos han sido un reclamo de los movimientos libertarios desde que fue jefe de gobierno de la Ciudad de México (2000-2005). Su respuesta en aquel entonces y hasta la fecha es que sea el pueblo el que decida en un referéndum si mujeres y personas LGBTTTI deben o no tener los derechos que reclaman.

En ese sentido las críticas a la Cartilla Moral radican en la pretensión de moralizar la vida privada de las personas bajo preceptos cuasi religiosos desde una instancia del Estado mexicano. El lenguaje metafórico de Alfonso Reyes, que ve al hombre como la medida de todo lo humano, no corresponde a los avances en equidad e igualdad que hemos logrado en los últimos años en nuestro país, ello, gracias a la lucha feminista, de la diversidad sexual y de derechos humanos, entre otras.

En ese sentido, el gobierno actual eligió un texto descontextualizado del momento actual. Hoy en día nuestra Constitución tiene en su primer artículo la no discriminación hacia ningún sector social por ningún motivo, entre ellos, por preferencias sexuales, cuando en los lejanos años 40 los homosexuales eran considerados como “hombres de costumbres raras” y las mujeres simplemente no tenían derecho al voto.

En ese sentido, la Cartilla Moral reeditada por el gobierno morenista parece dirigirse más a la feligresía de las iglesias y no a la ciudadanía plural de un país laico y democrático que ha luchado por la igualdad. Los más de ocho millones de personas que la recibirán la Cartilla, en su mayoría personas de la tercera edad y jóvenes, más que leer sobre derechos y obligaciones de la ciudadanía, leerán con un lenguaje de antaño las reflexiones de Alfonso Reyes sobre la pérdida de valores morales y espirituales, la ética y los mandamientos del bien, la moderación en los apetitos naturales (sic); y en una suerte de mensaje positivo muy al estilo Juventud en Éxtasis, el día de la presentación, AMLO concluye con una advertencia: “…haciendo el bien se podrá alcanzar la verdadera felicidad”.

Los coqueteos semánticos de López Obrador con la disolución de la vida secular y la reivindicación de la visión teocrática desde las instancias del Estado, no son un inocente juego de palabras, responden a una ideología religiosa que conecta con la agenda ideológica de la jerarquía católica mexicana en su anhelo de intervenir en los asuntos del Estado, y que seducen sobremanera a un sector cristiano de creciente popularidad en México. Ambos sectores están en contra de las libertades ganadas por grupos libertarios a favor del Estado laico.

Retórica, demagogia, conservadurismo y desconocimiento de los derechos y las leyes, son lo mínimo que se puede decir de la política conservadora del nuevo presidente de México, quien estuvo en la izquierda mexicana desde finales de los 80, pero nunca cedió en su pensamiento conservador, tanto a nivel personal como político.

Con la Cartilla Moral el presidente manda un mensaje, no a la ciudadanía, sino a la feligresía de las iglesias. El voto mayoritarios que tuvo no le da derecho a revertir triunfos históricos en la defensa de los derechos de las mujeres y personas LGBTTTI al evadir la discusión parlamentaria para homologar los avances que se han tenido en algunas entidades del país; al contrario: con la mayoría que tiene morena en el Congreso de la Unión y en Congresos estatales, su movimiento, si él así lo quiere, tiene la gran posibilidad de que los logros de la izquierda libertaria, avancen. De no hacerlo, estaría confirmando su devoción conservadora y traicionando al pueblo laico al cual se debe.

@antoniomedina41

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